Fátima: “Al venir a España dejábamos atrás un periodo marcado por el racismo y la inseguridad“
Hace 12 años, con el inicio del conflicto bélico en su país, Fátima (nombre ficticio), tuvo que huir junto a su marido y sus cuatro hijos, menores de edad, del que había sido su hogar durante toda su vida: Siria.
Ella y su familia vivían a las afueras de Damasco, en un piso. Su marido regentaba una zapatería en propiedad y lograban vivir cómodamente. Pero cuando estalló la guerra, inician un periplo de huida, huyendo de los bombardeos, hasta que logran llegar a la frontera con el Líbano.
“Cambiábamos de pueblo huyendo de los bombardeos, hasta que conseguimos llegar a la frontera con el Líbano”, explica Fátima. Una vez allí y con la ayuda de un conocido, del mismo gremio profesional que su marido, se establecieron en una zona, dónde él pudo trabajar como zapatero.
Pero ese trabajo, dada su condición administrativa irregular en el país, solo le duró un año. Por lo que, a partir de ahí, inician otra etapa de inestabilidad económica, social y familiar.
Una dura estancia en Líbano
Al no disponer de residencia legal en el país, se tornó difícil el acceso al mercado laboral y sobrevivían con trabajos puntuales, que apenas les permitían costear el alquiler. Dada esta situación, fue constante durante los seis años de estancia en el Líbano el cambio de vivienda y localización, moviéndose en relación a las oportunidades laborales de su marido.
“La estancia en Líbano fue dura. Mis cuatro hijos, de 11, 9, 7 y 5 años, estuvieron seis años sin poder ir al colegio, y el mayor, con 12 años, tuvo que ponerse a trabajar”. “Cuando mi marido dejó de trabajar, nos pusimos en contacto con ACNUR, que nos prestó apoyo y ayuda con alimentos, por dos años”. Pasados estos dos años, ACNUR se volvió a poner en contacto con ellos e iniciaron el procedimiento de entrevistas, reuniones y toma de contacto, para poder gestionar su reasentamiento.
Rumbo a España
“Pasaron ocho meses hasta que pudimos viajar a España”, cuenta Fátima. “Llegamos a Alicante, hace ya casi seis años. Vinimos con el estatuto de refugiados concedido, con protección subsidiaría, por lo que, desde el primer mes, ya contábamos con residencia legal en España, para poder residir y trabajar”.
Estuvieron en el sistema de acogida durante dos años, tiempo en el que su marido pudo trabajar durante ocho meses como cocinero en un restaurante árabe. Sus tres hijos menores, volvieron al colegio, después de seis años sin escolarizar. Los dos más pequeños se integraron muy bien y la mayor estudió durante dos años más.
Tras tres años en el país, Fátima y su marido tuvieron a su quinto hijo, que esperan que pueda y quiera estudiar, se forme y tenga un buen futuro.
“Cuando era pequeña, mi sueño era venir a España, mi padre había estado y me hablaba sobre la belleza del país, sus paisajes, sus calles, su gente… Por eso, cuando ACNUR nos propuso reasentarnos en España, me sentí feliz. Dejábamos atrás un periodo marcado por el racismo y la inseguridad, y nos sentíamos emocionados de poder dejar esa etapa atrás e iniciar una nueva vida en un país, que, según mi padre, nos aguadaba todo aquello que anhelábamos”, explica con esperanza.
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