Mamadou, un joven guineano que encontró en Antequera un lugar seguro donde vivir en paz

Mamadou es de Guinea Conakry y hasta cumplir los 28 años vivía con su familia en la capital de su país. Tras terminar su formación en Sociología, trató de encontrar trabajo, pero la situación era muy compleja: represión, inestabilidad política y económica, violencia e inseguridad. Por lo que, a pesar de dejar todo atrás, decidió asumir el riesgo y salir en busca de una vida mejor.

 

Mamadou dejó su país entre temores por sus seres queridos. “Al igual que ahora, tuve miedo por mi familia. Miedo porque la situación de violencia e inseguridad es generalizada y ella puede sufrir sus consecuencias en cualquier momento”, explica sobre lo que quedaba atrás para buscar una vida en paz y con dignidad.

Más de seis meses de travesía

Pero para Mamadou el camino fue muy difícil. Con un poco de dinero ahorrado, emprendió el viaje solo en autobús hasta Malí. Atravesar el país fue rápido, pero la zona norte es realmente peligrosa. Los robos, secuestros y asesinatos fueron su constante amenaza en un lugar en el que la vida parece no tener valor. A pesar de todo, continuó, porque lo que dejaba atrás era más peligroso que cualquier obstáculo que se pusiera por delante.

En el paso fronterizo con Argelia se vio obligado a pagar un soborno para acceder al país. Allí vivió durante un mes, pues llegar de Argelia a Marruecos es dificultoso y necesitaba tiempo para prepararse. Después de cuatro intentos, consiguió atravesar la frontera. En este momento del viaje “lo que más temía era que la policía me atrapara y me mandaran de vuelta a cualquier parte de África”, señala.

En Marruecos estuvo viviendo durante tres meses, donde trabajó a escondidas en un comercio local. A cambio, le ofrecían algo de dinero y una habitación donde dormir. “De nuevo, el miedo a ser deportado me rodeaba y temía que la policía me atrapara”, apunta. “Hubo un momento en el que llegué a pensar que mi vida se había acabado, que todo había terminado”. Pero no fue así y cada vez estaba más cerca de su destino final: España.

España, un lugar seguro

Pero la entrada a España fue aún más difícil. Después de diez intentos, consiguió entrar junto a otras 26 personas en una pequeña embarcación, ya que saltar la valla nunca fue una opción. En Melilla solicitó protección internacional, y tras dos meses, le trasladaron a Antequera, en Málaga.

Después de más de medio año de viaje, llegó al centro de acogida en Antequera, gestionado por CEAR. “Por primera vez me sentí tranquilo y seguro”, afirma. Sin embargo, el comienzo en España no fue fácil. Ha tenido que luchar mucho. Asegura que lo más complejo fue no poder comunicarse por no saber el idioma. Sin embargo, gracias al apoyo de las trabajadoras de CEAR, se sintió muy a gusto y arropado.

Durante sus primeros meses en Antequera estuvo estudiando español y se formó como operario de almacén. Gracias a este curso obtuvo su primer puesto de trabajo. Pero también ha sufrido, y sufre, situaciones discriminatorias. En muchas ocasiones le han negado la entrada a lugares sin ningún tipo de explicación.

A pesar de estas situaciones, a día de hoy se siente muy feliz. “Llegué a España con una mochila, dos camisetas y tres pantalones. Hoy, tengo trabajo, un piso, me saqué el carnet de conducir, tengo coche propio y unos amigos que son muy buena gente”, dice con satisfacción. “Si hoy tengo todo lo que tengo es gracias a que CEAR me ha apoyado siempre”.

Le gusta pasar tiempo con sus amigos, y leer, leer mucho. Cuando tiene tiempo coge un libro y sube a un monte cercano, donde desconecta leyendo y escuchando música. Ahora, después de cinco años en nuestro país, sigue esperando a que se resuelva su solicitud de asilo. Pero eso no le impide seguir teniendo nuevos objetivos. En un futuro cercano le gustaría finalizar la ESO y que le convaliden sus estudios como sociólogo y poder ejercer de ello en nuestro país.

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