Arzoo: “Mi trabajo en Afganistán era difícil por ser mujer y joven”

Arzoo, fiscal, trabajó durante años para combatir la corrupción y la violencia contra las mujeres en Afganistán. Pero cuando los talibanes tomaron el poder, tuvo que abandonar su casa, su trabajo y finalmente su país para salvar su vida.

 

Arzoo recuerda con emoción y orgullo la época vinculada a la vida laboral en su país. Fiscal de formación, trabajó en diferentes departamentos públicos del país y diez años como fiscal investigando los casos de violencia contra las mujeres.

Mi vida era muy difícil como fiscal, pero me gustaba. Al inicio éramos sólo 12 mujeres, para los demás empleados era raro ver a mujeres trabajar de fiscal y más aún si eran jóvenes. Pero a mí me gusta cambiar las cosas y me sentía orgullosa”, relata.

Referentes para otras mujeres

Después se fueron incorporando más mujeres a este departamento y todo fue cambiando, la relación con sus compañeros y también la mentalidad de hombres y mujeres cercanos que empezaron a desear que sus hijas también fueran a la universidad y trabajarán como ellas. Fueron pocas las que se iniciaron en esa esfera pública y empleos públicos, pero llegaron a ser referentes para otras mujeres de sus pueblos natales que vieron la posibilidad de estudiar y trabajar en un nuevo proyecto de vida, relata Arzoo.

Luego trabajó cuatro años en la sección de asesinatos de mujeres, pero dejó el puesto por la carga mental y emocional que le suponía los casos que conoció e investigó. Se trasladó a otro departamento de la fiscalía en el que trabajó varios años investigando delitos de corrupción y allí las cosas fueron más difíciles. Le empezaron a perseguir personas investigadas o familiares de otras a las que había enviado a la cárcel, y aunque tenía escolta policial, temía por su familia. Se mudó a Kabul como responsable de un departamento público muy grande en el que tuvo mucha oposición masculina porque no querían ver a una mujer y joven en este cargo de alto nivel, cuenta. “Sólo estuve tres meses porque fue muy estresante. No deseaba esa posición, pero sabía que para las mujeres era bueno verme en ese cargo. Sin embargo, fue muy difícil porque no tenía tiempo para mi vida personal, estaba dedicada de tiempo completo a mi trabajo”.

La llegada de los talibanes al poder

“Antes de los talibanes ya tuve problemas con la gente que investigué, la gente que cometía delitos, yo les investigaba y enviaba a la cárcel. Eso era peligroso para mí y para mi familia. Cuando escuchamos la noticia del regreso de los talibanes al poder, y que estaban yendo a las casas de personas que trabajaban con el gobierno y se las llevaban, abandonamos nuestra casa. Nos fuimos a vivir en secreto inicialmente a casa de mi hermana en Herat, teníamos miedo que me llevaran a mí también. Ahora mi hermana no puede vivir en su casa”.

Recuerda con tristeza que en esa época la gente vivía muy asustada, las familias no hablaban ni siquiera dentro de sus propias casas, en las noches ni siquiera encendían la luces. Y todos los funcionarios del gobierno, y especialmente las mujeres, estaban en el punto de mira.

“Los hombres pensaban que éramos malas mujeres por trabajar allí, pero al final estábamos cincuenta mujeres trabajando y fuimos referentes para otras. Y mi familia también estaba muy orgullosa de mí. Eso cambió muchísimo y nosotras las mujeres estábamos también felices porque nuestras vidas estaban cambiando. Pero había muchos hombres que no querían que estos derechos de las mujeres avanzaran, por eso también regresan los talibanes a Afganistán y sacaron a las mujeres que trabajábamos en estas oficinas, y tampoco querían que las niñas vayan a la escuela”.

La huida

Ante la situación de zozobra que estaban viviendo, su hermano mayor, que vivía en Alemania, habló con su jefe para que le ayudara a través de la embajada española a sacar a Arzoo de Afganistán, y el 26 de agosto de 2021 se trasladó al aeropuerto de Kabul con su familia. Estuvieron esperando muchas horas poder contactar con un funcionario de la embajada, pero ya era de noche y ante el hambre, el cansancio y la muchedumbre que esperaba poder salir del país, desistieron y regresaron a casa de una amiga que les acogía. Al poco rato escucharon la explosión que hubo en el aeropuerto donde murieron decenas de personas.

Ya sólo les quedaba la opción de cruzar la frontera hacia Irán y se arriesgaron a hacerlo en coche. Arzoo recuerda haberse puesto el niqab completo con el único objetivo de no ser reconocida y poder salir del país. Llegaron junto a sus padres y hermano a Teherán, donde después estuvieron tres meses haciendo los trámites en la embajada española hasta que les concedieron la visa para visa para viajar a España.

“Allá hay mucha gente afgana viviendo de manera ilegal y les explotan laboralmente. Hay mujeres que trabajaron como policías en el anterior gobierno y no han sido acogidas como refugiadas. Muchas están esperando ser acogidas en países europeos, pero estos han priorizado la acogida de juezas y periodistas. A estas personas sólo les ha quedado la opción de quedarse en Pakistán e Irán, aunque allá la situación también es difícil, especialmente en Pakistán”, explica Arzoo sobre los países limítrofes con Afganistán.

La llegada a España

Arzoo llegó a Madrid junto a sus padres y hermano en febrero de 2022. “Me sentí bien, pero no estaba tranquila, pensaba mucho en mi familia, en mi trabajo, en mi país.  Ahora estoy bien, pero sigo pensando en todo eso, al principio lloraba mucho”, relata.

Estuvieron casi cuatro meses en Madrid hasta que les trasladaron a Pamplona. “Cuando mi trabajadora social me anunció que iba a vivir en Pamplona, no sabía dónde quedaba. Busqué en un mapa y pensé que era un pueblo y me preocupaba si tendría o no hospital para mi padre, que estaba enfermo. Después me quedé tranquila al saber que era una ciudad, que tenía hospitales y universidades de reconocimiento internacional. Ahí empecé a desear vivir aquí, el clima también es muy bueno”, recuerda entre risas.

A Arzoo y a su familia les concedieron el estatuto de refugiados, ella y su hermano, un ingeniero de 24 años, han estado aprendiendo castellano y realizando cursos de formación. Próximamente comenzarán estudios de master en la Universidad Pública de Navarra tras la homologación de sus títulos, un proceso en el que CEAR Navarra les ha acompañado.

La vida de las mujeres bajo el régimen talibán

En Afganistán continúa atrapada su hermana, esposo e hijos. En las conversaciones con su hermana, profesora de colegio, le comenta que ahora no tiene trabajo, está en casa siempre, no pueden viajar y cuando quieren salir tiene que hacerlo acompañada de un hombre. Ahora depende para todo de un hombre, de su esposo o hasta de su hijo pequeño y «todo es muy raro».  No pueden coger un taxi solas, nadie les puede atender si van solas, y a quienes lo hacen los castigan por ello, pero tampoco hay servicios públicos para ellas.

“Las mujeres que solo trabajan en su casa y están al cuidado de personas mayores o de niños no tienen ningún tipo de ayuda, cuando no tienen dinero, ¿qué pasa con ellas?”, cuestiona con preocupación.

Mantiene comunicación con sus excompañeros de trabajo y le dicen que ahora están en casa con una pequeña compensación, que las mujeres no reciben. Le cuentan que están muy nerviosos con la situación actual del país y sobre todo de las mujeres, y todos quieren salir de Afganistán porque no saben qué puede pasar mañana con su vida. “Tienen mucho miedo, nos dicen a quienes hemos salido que tenemos muy buena suerte porque ellos no pueden continuar su vida”, dice con tristeza.

Un futuro en paz

Arzoo espera que España y otros gobiernos ayuden a escapar de su país a las mujeres policías y fiscales que trabajaron antes de la llegada de los talibanes, porque para ellas la situación es muy complicada y se sienten en riesgo. Y es que en su país, lamenta, la situación es cada vez peor.

“Valorad las cosas que tenéis que son buenas», pide. «Una cosa que siempre se tiene aquí es el derecho de estudiar, por eso usad las oportunidades que tenéis. En Afganistán ahora no se puede estudiar. Un día la vida puede cambiar como para nosotras, un día nos quedamos sin trabajo, sin dinero, sin casa. Lo importante es estudiar, aprender cosas”, anima.

Ella, por su parte, no pierde la esperanza de que en algún momento su país pueda disfrutar, por fin, de la paz.  “Me veo volviendo a Afganistán en paz y viviendo como una persona normal y feliz. Aquí hay muchas oportunidades, pero quiero volver allí, trabajar en mi país. Sólo quiero dos cosas: seguridad y paz. Ahora no tengo casa ni trabajo en Afganistán, pero si hay seguridad y paz se puede reconstruir su país desde cero. Es un deseo para mucho tiempo porque desde hace cuarenta años hay guerra en Afganistán, nosotros hemos nacido en guerra, pero deseo que sea un país normal, merezco conocer la paz como todo el pueblo afgano”, desea.

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